lunes, 30 de marzo de 2009

Chivo Expiatorio

APROPÓSITO DE LA CRISIS FINANCIERA GLOBAL

En la búsqueda de chivos expiatorios


ESCRIBE Jonnathan Alejandro Alvarez Lopez

Me pareció muy interesante la nota firmada por el Gerente Gral. de la Confederación Latinoamericana de Cooperativas de Ahorro y Crédito (COLAC), que copio al final por si alguno no la leyó.

En la misma, se sostiene que el detonador de la actual crisis financiera internacional habría sido, en los Estados Unidos, la distribución masiva de créditos a miles de prestatarios insolventes, cuyas deudas devenidas en impagables al poco tiempo, terminaron intoxicando al conjunto de la cartera bancaria y crediticia del país. Singular fenómeno que habría sido consecuencia de la aplicación irresponsable de políticas de fomento propias del Estado del Bienestar. Para esta tesitura, la situación desatada está vinculada con la asistencia prestada a la población estadounidense carenciada, otorgada con el afán de impulsar el consumo y la inversión en propiedades, antes que a la avidez y al egoísmo de los sectores solventes, los que en general resultan ser candidatos ideales a ser inculpados de cuantos males asolan el planeta y sus alrededores.

Hasta aquí, en líneas generales estoy de acuerdo con lo que afirma Yunda Sánchez. Es más, celebro que se haya atrevido a formular una opinión tan "políticamente incorrecta", para nada demagógica, la cual se ubica en las antípodas de aquéllas que estamos acostumbrados a escuchar en la actualidad. Pero, permítanme analizar la cuestión planteada en una dimensión un poco más amplia.

Desde que la humanidad tiene memoria histórica, los diferentes países han padecido crisis económicas periódicas. En la Antigüedad y el Medioevo los principales factores que interactuaban en la generación de las crisis -entendida éstas como la ruptura de la tendencia dominante en una época determinada- , eran las sequías que provocaban tremendas hambrunas, las epidemias y las guerras que diezmaban las poblaciones y desquiciaban la producción, el comercio y el transporte.

Avanzada la Edad Moderna , la economía de las naciones crece, se estanca o retrocede según lo hagan las actividades productivas, se incorporen nuevos conocimientos, se apliquen tecnologías innovadoras y se abran nuevos mercados; o, inversamente, decaiga el volumen de los negocios, se paralicen las inversiones y se pierdan mercados de exportación. Desde hace unos cinco siglos para acá (desde el Renacimiento, para ser más preciso), el sistema económico de los países más evolucionados padece cimbronazos, leves o profundos, que alteran el ritmo de actividad de las sociedades, tanto en lo económico como en lo político y social. A diferencia de épocas remotas, en donde los factores extra-económicos eran decisivos, las crisis capitalistas son el producto de múltiples razones económicas que confluyen a generarlas. No obstante ello, existen condiciones básicas -que en las universidades se estudian bajo el rótulo denominado "ciclos económicos"- que determinan la probabilidad cierta de que una economía pujante se torne en su contrario en un momento determinado.

La historia económica de las naciones demuestra que, a un período de auge en el que aumenta sistemáticamente la producción, se diversifican los bienes y servicios comercializables, sube el nivel de empleo de personal, maquinaria e instalaciones, mientras que, por carácter transitivo, se eleva el bienestar de la población, a mediano plazo puede sucederle una etapa en la que la economía exitosa se resiente, se estanca o, incluso, comience a retroceder, "fatigada" de tanta expansión. En este punto, es observable cómo desciende la competitividad de una nación con relación a otras cuando se ralentiza el flujo de incorporación de avances tecnológicos y la ejecución de nuevos proyectos. Los demás países ganan espacios en el terreno de la escala y la productividad, consiguiendo fabricar bienes y prestar servicios más baratos, mejor diseñados y/o de mejor calidad.

Esto es lo que ha venido ocurriendo en los Estados Unidos y buena parte del mundo civilizado durante los últimos años. Es más, la crisis que hoy ataca a la principal economía del mundo podría haberse presentado a mediados de los años ´70 cuando confluyeron en su contra el grave conflicto con los países exportadores de petróleo que incrementó los costos industriales de manera exorbitante, la formación de un elevado déficit fiscal, el desafío espacial y nuclear de la URSS y la bochornosa derrota en Vietnam, etcétera. En aquel momento, si bien pudo detectarse un breve período de recesión con aumento de la inflación y el endeudamiento, la sangre no llegó al río y Norteamérica retomó en poco tiempo el liderazgo económico, militar y político con el que había emergido en 1945 de la gran conflagración.

¿Qué fue lo que ocurrió? Entonces, la democracia americana pudo contrarrestar tales acechanzas incorporando nuevas tecnologías, tanto de comunicación como informáticas que, si bien también las explotaron varios países competidores (los Tigres de Asia, Japón y Alemania), fueron incentivo suficiente para dar un impresionante envión a la producción económica estadounidense, el cual le valió retener la primacía en los mercados internacionales. Poco después, la implosión del socialismo soviético, que había presumido de gran potencia apelando a la agitación ideológica, la agresividad militar y a exhibir estadísticas macroeconómicas falsas (¿les suena?), junto a la meteórica conversión al capitalismo del régimen comunista chino, contribuyeron a consolidar la recuperación de la economía de EEUU y a cimentar una prolongada era de prosperidad, tanto en Europa como en diversos rincones del mundo hasta entonces alejados del desarrollo.

Ahora, en cambio, el panorama ha cambiado de un modo rotundo. Los Estados Unidos se perciben deficitarios en materia de innovaciones tecnológicas que refresquen y actualicen su gigantesca economía; la que, además, se encuentra asfixiada por un endeudamiento interno y externo que no ha dejado de multiplicarse en los últimos 20 años. Este proceso, fogoneado por emisión monetaria y colocación de títulos públicos, en todo caso ha servido para mantener activas políticas del tipo "Estado de Bienestar" que, globalización mediante, resultan cada vez más difíciles de sostener sin perder competitividad externa. Los sucesivos gobiernos de Washington –en especial Clinton y ambos Bush- apelaron al crédito espurio, a lubricar la circulación monetaria y bajar la tasa de interés, de modo de ocultar la progresiva pérdida de productividad de su recalentada estructura productiva. La sobrevaluació n de los activos accionarios de las corporaciones empresariales contribuyó a recrear el clima enrarecido.

Lo dicho hasta aquí tampoco significa que el gran culpable de la presente debacle sea exclusivamente los Estados Unidos. De ninguna manera. En primer lugar, reiteramos: las economías desarrolladas tienen períodos de auge, de equilibrio y de recesión y este tipo de fluctuaciones de corto, mediano o largo plazo forman parte de la lógica de la evolución de las sociedades modernas. Sólo en países que naufragan en un perdurable estado de estancamiento y decadencia, la curva sinuosa del ciclo económico no es detectada. (En un mundo cuyo PBI global crecía al 4% anual, cualquier nación estancada era inexorablemente decadente).

Por su parte, así como ahora todo el mundo se permite cuestionar a EEUU como culpable de la grave situación actual, también habría que reconocer que durante décadas buena parte de las naciones del orbe se desarrollaron gracias al enorme empuje expansivo que producía la tracción de la industria y el mercado norteamericanos sobre el conjunto económico mundial. Es decir, mientras que hoy habitan la Tierra cerca de tres mil millones de personas más que un par de centurias atrás (con expectativas de vida que son el doble de generaciones precedentes) , esta impresionante revolución demográfica con relativo progreso material y bienestar social, en buena medida ha sido obtenida gracias al liderazgo estadounidense. Debe recordarse, además, que el fracaso del sistema burocrático-policiaco-socialista liberó a millones de ciudadanos que, con renovado entusiasmo, se incorporaron a la sociedad de consumo y a la cultura democrática capitalista.

En segundo lugar, si la cuestión consiste en detectar eventuales responsables del actual estado de cosas, habría que mencionar tres cuestiones como integrando las causas principales, a saber:

a) Como se ha dicho más arriba, las políticas propias del Estado del Bienestar aplicadas masivamente en los países del Hemisferio Norte han perdido sustentabilidad en escenarios macroeconómicos cada vez más globalizados e interdependientes, en donde aquellos países con menores costos impositivos, laborales y sociales están en condiciones óptimas para imponer sus productos más baratos y liderar los grandes flujos comerciales internacionales. No haber percibido a tiempo este trascendente cambio del paradigma mundial, es responsabilidad de las elites políticas gobernantes en la mayoría de los países afectados. La emigración de capitales y de cerebros ha sido una consecuencia lógica de este proceso.

b) No obstante comprobar que, en casi todas las universidades del mundo, se enseñan herramientas de política económica destinadas a contener y a morigerar el impacto pernicioso de las crisis cíclicas que afectan al sistema productivo, los gobernantes (y la clase política en general) son remisos a aplicarlas por miedo a perder popularidad y el favor del electorado. Es decir, mientras que en épocas de auge habría que suavizar la curva ascendente de expansión ahorrando recursos, reteniendo liquidez y fomentando el ahorro para cuando llegue el momento de "las vacas flacas" y las empresas, los bancos y la gente común necesiten una inyección de fondos genuinos que evite caer en recesión o, peor aún, en depresión. En cambio, parece ser políticamente inconveniente contener el crecimiento con medidas previsoras y prudentes.

Una breve digresión al respecto. Chile representa una insólita excepción a esta mala costumbre de los políticos: por un lado, las AFJP (vaciadas alevosamente en el vecino trasandino) han formado un mercado de capitales robusto y solvente; además, el Estado Nacional constituyó un fondo de reserva con los excedentes de la comercializació n del cobre cuando su cotización andaba por las nubes, de modo de poder financiar incentivos destinados a recuperar el nivel de actividad económica sin depender de la ayuda externa.

c) Las ascendentes sociedades china e india (representan un tercio de la población planetaria), que han revolucionado los mercados internacionales con su expansión productiva y su notable capacidad para adaptarse a la modernización tecnológica, comienzan a sentir en sus respectivas economías el ascendente aumento de costos internos. Éstos son resultado, principalmente, del mejor nivel de vida que están pretendiendo disfrutar sus respectivas poblaciones, postradas en la miseria extrema durante siglos; lo cual, a mediano plazo irá erosionando parte de la competitividad ganada a costa de las "viejas" naciones de Europa y de Norteamérica, que deben sostener standard de vida de la sociedad más onerosos. Además, la globalización de las comunicaciones, operada en tiempos recientes, tiende a unificar los mercados laborales más allá de las fronteras locales, generando inéditos procesos de emulación en materia de hábitos de consumo y pautas culturales. Este fenómeno acicatea las demandas salariales en los países con progreso sostenido.

En este cambiante y resbaladizo contexto, la invención de sofisticados derivados financieros orientados a canalizar el impresionante volumen de ahorro que produjeron los sectores medios y opulentos durante tantos años de prosperidad continuada, fue generando un clima enrarecido en las finanzas norteamericanas, primero e internacionales, después, con transacciones que se multiplicaron y se sofisticaron en forma exponencial. Para satisfacer a los multitudinarios inversores -de magnates a jubilados- hubo que "inventar" créditos hipotecarios en escalas nunca vistas de manera de generar la renta financiera que tales colocaciones demandaban. Por su parte, la tradicional miopía burocrática de organismos de control estatal anquilosados y corrompibles (que fueron eficientes en condiciones diferentes), impidió detectar a tiempo cómo se iba inflando la enorme burbuja bursátil y financiera que, de buenas a primera, hizo lo que hacen todas las burbujas: estallar.

El resto es historia conocida. Como lo he señalado en otra nota -"¿Qué pasa si no pasa nada con el Plan Obama?"-, aplicando recetas que en apariencia dieron resultado durante la crisis de 1929, el flamante gobierno de EEUU, la Unión Europea y los líderes de Oriente buscan contrarrestar o, por lo menos, paliar los efectos más nocivos del presente colapso. Como sostuve en el artículo referenciado, las instituciones transnacionales creadas durante el siglo XX son ineficaces para articular políticas adecuadas al síndrome en desarrollo. La apelación a conglomerados amorfos de naciones heterogéneas y de diverso grado de importancia, como es el denominado "Grupo de los 20" (donde insólitamente falta España y, en cambio, participa Argentina), se comportan como cónclaves de cierto protagonismo mediático y de escasa capacidad ejecutiva para atender la emergencia de la hora. La inoperancia de la ONU impide abrigar expectativas razonables de su parte.

Es probable que, habiendo cambiado el mundo en las últimas décadas de un modo tan rotundo, que dichas medidas sean insuficientes -o peor aún, terminen siendo contraproducentes- para detener el despeñamiento de las principales economías desarrolladas, para impedir el fatal arrastre que el fenómeno provocará en los países emergentes (Brasil, Chile, Irlanda, Europa Oriental, etc.) y, obviamente también, más aportará nuevas desventuras socio-económicas en las naciones marginales (Argentina, Ecuador, Bolivia, África Central, etc.).

Jonnathan Alejandro Alvarez Lopez

Bolivia , 30 de marzo de 2009